"El secreto del éxito es la honestidad. Si puedes evitarla... está hecho" (Groucho Marx)

18 may 2013

Hoy cocino yo


Soy el mayor fan de las mujeres que aseguran convencidas que sus parejas son grandes cocineros, en el particular universo de la pareja que un hombre sea buen cocinero significa que sabe trocear el pollo asado que ha comprado en el colmado de la esquina un domingo por la mañana, que es capaz de hacer una paella tres veces al año aunque la sepia sea lo mas parecido a un chicle sin sabor o capaz también de asar dos costillas a la barbacoa sin quemarlas demasiado. Que un hombre cocine es como si el papa de roma protagonizase una película porno, ante tal hazaña con que se le pusiese media morcillona ya sería un milagro. Con la cocina y los hombres sucede exactamente lo mismo. Y además no tenemos término medio, o somos defensores de la pizza a domicilio y los canalones precocinados o somos reconocidos chefs internacionales con miles de premios. El hombre no sabe hacer las cosas de manera normal. Encontrar un hombre que, en una pareja heterosexual, cocine a diario, bien y confeccionando una dieta equilibrada es tan fácil como conseguir que un político reconozca que ha mentido. Los hombres, cuando cocinamos, montamos tal despliegue de contingencia culinaria que tardas más tiempo en limpiar el desastre que en comer. Y la mejor parte viene cuando, acabada la cena, decimos “limpia tu cariño, que yo cocino” y la abnegada esposa se enfrenta a una cocina llena de cuencos sucios, cientos de trapos con extrañas sustancias pegadas a ellos, platos, sartenes, medidores, artefactos, etc. Dos horas para limpiar los utensilios utilizados para hacer una sencilla tortilla de patatas. Los hombres utilizamos los libros de cocina como si creyésemos que son manuales de ingeniería aeroespacial. Lo buscamos todo exactamente como se indica, lo medimos todo, miramos las fotos, analizamos los cientos de cuencos que tenemos con los ingredientes. Y luego cocinamos una porquería incomible. Pero no es culpa nuestra, los genes no predispusieron para ello. Para solucionar ese desastre ya estáis vosotras. Os preguntareis que sucede con los hombres que no tenemos pareja, es simple: que vemos más al chico que trae las pizzas que a nuestra propia madre. Que esa sí que cocina realmente bien…